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FÚTBOL FEMENINO

Mi Amigo Claudio (by ProfHelix24 and Rodmol7)

Por @Rodmol7

Ilustrated by @ProfHelix24

Hace más de diez años tuve el privilegio de conocer personalmente a Claudio Quintiliani Valverde. Tenía la inquietud, profesional y personal, de observar y reconocer no solo a aquel director técnico apasionado y corajudo que había visto por televisión en el programa “Ferro de Corazón” unos años atrás, sino también de percibir la calidad humana y los valores de esta persona, más allá del director técnico de un equipo de fútbol.

Corría el año 2011. Me acerqué al viejo Estadio de Ferroviarios, el “Hugo Arqueros Rodríguez”, el viejo fortín de maderas nobles que resistían el paso del tiempo y que habían sobrevivido a un sinnúmero de tragedias. Después de conversar con don Luis Tapia Huerta, presidente del Club Deportivo Ferroviarios, un hombre de gran gentileza y cordialidad (que hasta el día de hoy me dice “esta es su casa”, dejándome las puertas abiertas del club), y presentarle un proyecto de colaboración, cubriendo los partidos de Ferro en aquella temporada, tuve la oportunidad de acercarme y saludar a Claudio, siendo muy bien recibido desde el primer momento.

Eran los añosos tiempos de una sencilla página web hecha a mano (Ferro Superweb), pero con mucho cariño y tesón, en que no dudaba en sacarme las pocas monedas de los bolsillos para acompañar a Ferro a todas partes, a Casablanca, a Peñaflor, a Puente Alto, a Quilpué, tiempos en que no se sacaban fotos con el celular, en que usábamos una grabadora a pilas, en que existían blackberry’s con teclados y en que las redes sociales no gozaban del auge que tienen actualmente. La labor era titánica, pero uno se sentía feliz.

Desde el primer entrenamiento, pude contemplar in situ lo que había visto antes por televisión: ese ímpetu, ese coraje, esa pachorra, esa valentía que uno no percibe en los actuales entrenadores empaquetados y apegados a lo establecido, a lo normal, al modelo, sino a un hombre auténtico que, con tal de que sus piezas estuviesen bien ajustadas y que sus jugadores entendiesen su forma de ver el fútbol más allá de la pizarra y del sistema de juego, no dudaba en dar sus retos y expresar, verbal y corporalmente, sus ideas. Sus arengas en el camarín antes de los partidos eran inolvidables. “Piensen en sus familias y en sus seres queridos, pero antes piensen en ustedes mismos, lo duro que han entrenado y todo lo que han sacrificado para llegar hasta acá”, señaló antes de un partido contra Deportes Valdivia en La Pintana, en plena liguilla de ascenso a Tercera A, partido que se ganó 3-2.

Porque Claudio Quintiliani es así, es un hombre apasionado, y el fútbol, como la vida, hay que mirarla y vivirla con pasión, si es un deporte que expresa millones de emociones y sentimientos, donde no hay algo estructurado como otros deportes, sino donde uno da rienda suelta a la felicidad, a la tristeza, al enojo, donde uno puede pasar de las lágrimas por una derrota a la alegría por una victoria en minutos, y Claudio no solamente expresa emoción, sino también la transmite y contagia no solo a sus pupilos y pupilas, sino también a todos los que lo rodean, hinchas, dirigentes, periodistas, familiares…

En el fútbol, tanto masculino como femenino, Claudio Quintiliani ha sido elogiado como un gran formador, un constructor de equipos, alguien que con pocos recursos obtiene grandes logros, como si fuese un escultor que con una piedra hace una obra de arte. Emulando sus tiempos de piloto de monomarca en el automovilismo chileno, Claudio sabe que a pesar de que le quiten las piezas más importantes como los neumáticos, los pedales y los cambios, mientras tenga el chassis, el auto volv