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COLUMNAS

Claudio Borghi, el mago que no conoció Broadway (por @NachoJOsorio1)

Por Ignacio Osorio

Durante el último tiempo, el nombre de Claudio Borghi ha estado ligado más a polémicas y chimentos, disidencias de opinión y visión que suelen agigantarse porque están estrechamente relacionadas con los hinchas de Colo-Colo, aquel equipo al que el argentino-chileno está tan unido emocionalmente.

Pero ciertamente la historia del Bichi, aquel entrenador que posee el porcentaje más alto de rendimiento en el siglo XXI con Colo-Colo (66,57%), no parte ni es solamente su última etapa como comunicador y comentarista, sino que esconde una historia mucho más rica detrás.

Claudio Daniel Borghi es aquel mago que no llegó a Broadway.  Debutó en Argentinos Juniors a comienzos de la década de los 80s. Desde un principio se le sindicó como parte de una gran camada de jugadores, que contemporáneos a él, efectivamente marcaron a fuego la historia de los bichos colorados y de buena parte del fútbol argentino. Maradona, Batista, Borghi, entre otros.

La historia del Bichi es atípica. Nació muy seguido a Maradona, pero en cambio Maradona quiso ser Maradona. El mismo Diego lo dijo “El Bichi es mejor que yo: para la pelota mejor que yo, ve el fútbol mejor que yo, hace la rabona mejor que yo”. La cultura popular futbolera argentina lo reafirma, pue se dice que “Al Bichi y al Diego lo hicieron con una cuota de talento similar”. Pero no, el Bichi quiso ser fiel a él mismo. A pesar de haber recibido los elegios del mundo y el mismísmo Platini en 1985, en aquella recordada final entre Juventus y Argentinos Juniors donde el
francés dijo “era el mismísimo Picasso en la cancha”.

A pesar de todo ese talento, de jugar por jugar y por divertirse, de haber jugado en seis países, de haber sido el otro tras Maradona, o de haber sido ido a buscar por el propio Milan, el Bichi quería ser el Bichi. Siempre el Bichi.

Poco jugó aquel histórico Mundial de 1986, era que no; después, en el 90, ya desaparecido de las altas esferas del fútbol mundial, ni lo llamaron. Ahí llegó a Colo-Colo, a Chile, donde se preguntaron “de dónde salió ese hueón”, “¡Es un mago!”. Claro, cómo no, si talento le sobraba.

El Bichi siempre quiso ser el Bichi que disfrutaba con la pelota en los pies, al que – pareciera ser- poco le importaba la industria del fútbol como lentamente se comenzaba a configurar a fines de los 80s y principios del 90s hasta llegar a lo que es hoy. El Bichi siempre quiso ser, en la cancha, aquel niño al que Pekerman tuvo que ir a buscar porque era excelente pero estaba obligado a trabajar porque su familia así lo requería. El Bichi fue aquel mago que deslumbro a Argentinos, a River, al Milan, a Colo-Colo, a Wanderers pero no llegó a Broadway.

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