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COLUMNAS

Columna: Perder los Estribos

Por: Rodrigo Molina.

Perder los estribos es una frase que, según el Diccionario de la Real Academia Española, significa “impacientarse mucho y desbarrar; hablar u obrar fuera de la razón”. En otras palabras, perder los estribos quiere decir enfadarse y perder la serenidad o la paciencia al actuar. En los tiempos actuales, equivale a decir “llegar al límite”.

En el fútbol mundial, sobre todo a nivel amateur, hemos conocido miles de casos donde los jugadores pierden la calma, sobre todo ante aquello que consideran injusto o perjudicial a sus intereses y a los de su equipo. Sobre todo, aquel traspaso del límite de la paciencia sucede contra el actuar del arbitraje, y lo que suponen ellos lo que se consideran yerros arbitrales o malos cobros. Lo que vulgarmente se tilda en el balompié como “robos”. Cuando se traspasa el límite de la tolerancia y se va más allá del justo reclamo, el futbolista puede actuar desde el insulto hasta llegar, en casos más extremos, a la agresión.

Durante la historia del fútbol chileno se han conocido algunos ejemplos donde los jugadores han perdido la calma y han llegado a golpear a un árbitro. Desde el caso del argentino Elvio Porcel de Peralta en 1970, campeón dos años antes con Wanderers, quien le propinó un puñetazo al juez Juan Carvajal, recibiendo una sanción de por vida y lo terminó por retirar de la actividad, pasaron otros negativos ejemplos, como el de Miguel Ángel Gamboa (U.de Chile), que intentó ahorcar al árbitro Hernán Silva, el de Freddy Bahamondes (San Luis), que asestó un golpe de puño al árbitro Manuel Zúñiga, o el archi conocido caso del defensa central de Lota Schwager Héctor Toledo, quien al recibir una tarjeta roja en un partido ante San Marcos de Arica en el Torneo 2002 de Primera B, reaccionó asestándole un derechazo al rostro al árbitro René de la Rosa, noqueándolo al instante. Tanto el Loco Gamboa, Bahamondes y Toledo recibieron 30 fechas de castigo, y pudieron volver al fútbol por un corto tiempo para acabar retirándose del fútbol profesional.

Hasta el “Gran Capitán” Iván Zamorano, se salió de sus casillas en la gran final del Apertura 2003 ante el Cobreloa de Nelson Acosta. En aquel partido, con victoria loína por 4-0 en Calama, el árbitro Carlos Chandía, considerado el mejor juez de Primera División en aquellos tiempos, había dejado a los albos con nueve jugadores tras expulsar, previamente, a Miguel Riffo y a Marco Villaseca. Zamorano, fuera de sí, reclamó airadamente contra los cobros de Chandía, y le propinó un puntapié en el tobillo además de una sarta de garabatos de grueso calibre. Zamorano tuvo un castigo de 13 fechas que, a la larga, adelantó su retiro de las canchas, en una pomposa ceremonia en La Moneda acompañado del Presidente Ricardo Lagos Escobar frente a gran presencia de medios de comunicación nacionales e internacionales y mucha gente esperando que se asomara al balcón.

¿Qué es lo que provoca que un futbolista “pierda los estribos”?

Se cree habitualmente que un futbolista traspasa los límites al salirse de sus casillas debido, fundamentalmente, a factores internos tales como el estrés, la depresión o problemas de índole personal, económico o familiar. Ante aquello, son necesarios que salgan a la palestra aspectos esenciales en un futbolista que refuercen elementos que giran en torno a su desarrollo, sobre todo en el tema psicológico, tales como la concentración, que le otorguen estabilidad a su integridad y madurez. Cuando esta estabilidad trastabilla, elementos como la frustración, la impotencia o un sentimiento de injusticia afloran cuando el futbolista cree que todo está en su contra. Se frustra cuando los objetivos y las metas forjadas a principios de temporada no logran cumplirse; se ve impotente cuando cree que todas las decisiones, ya sea arbitrales, técnicas, médicas o de diversa índole estén en su contra; o que considere injusto todo acontecimiento que le sea o suene perjudicial.

El futbolista es, ante todo, un ser humano, y como tal debe ser educado, formado y reforzado en todas sus áreas sin descuidar ninguna de ellas, y la gran falencia que vive el fútbol en la actualidad es el descuido del aspecto psicológico en un jugador. En el mundo actual, donde no importan para nada los procesos ni los proyectos sino los resultados obtenidos fecha a fecha, se le otorga una escasa importancia al aspecto mental y emocional de un futbolista. Es por esto que, ante cualquier elemento interno o externo que le resulte negativo, como un cobro arbitral en su contra, los insultos y protestas de la hinchada, propia o contraria, o hasta ser reemplazado por otro compañero de equipo, va a provocar en un futbolista el efecto adverso que se va a traducir en la frustración o impotencia antes referida.

Quisiera rescatar un comentario señalado por Harold Cuéllar, preparador de arqueros de Provincial Ranco sobre este tema: ¿Por qué un jugador pierde los estribos?, porque es un ser humano, con defectos y errores, y en función de ellos se va deconstruyendo. El jugador se equivoca y su acto tendrá consecuencias desde lo futbolístico, por lo cual se sugiere no hacer juicios de valor por lo que sucedió.

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El fin de semana recién pasado, el delantero de Con Con National, Javier Ramírez, se vio envuelto en un hecho lamentable ya que habría agredido al árbitro central del encuentro ante Santiago City. La transmisión vía facebook live del canal El Conconino (de muy buena calidad, nobleza obliga), muestra que Ramírez hizo ingreso al campo de juego a los 74’ por Patricio Fernández, recibe un pase en profundidad, desborda por el lado derecho luchando por el balón con el defensa Nicolás Palomo, y cuando se atraviesa el volante Nicolás Clavería para acortar su carrera y dejar que el balón se fuera por la última línea, Ramírez le propina un golpe por lo cual recibe Tarjeta Roja directa por el juez del encuentro, a insinuación del árbitro asistente. Solo habían transcurrido 34 segundos desde su ingreso.

Posteriormente se logra apreciar que Ramírez las emprende contra el árbitro reclamándole, propinándole dos pechazos hasta que el juez del encuentro se toma el rostro como consecuencia de un golpe o de un escupitajo según lo percibido de forma inicial. Quienes llevaban a cabo la transmisión del encuentro hacían hincapié en lo airado y descontrolado que estaba el delantero que fue sacado del campo de juego por un compañero de equipo (Andrés Lacalle). Solo un jugador de Con Con (Giovanni Davis) insinuó un reclamo, más por una tarjeta amarilla previa que por lo hecho por su compañero, mientras que tres jugadores aurinegros (Emmanuel Arismendi, Allan Latín y Cristián Vega) se despedían respetuosamente del réferi. El resto del plantel y cuerpo técnico de Con Con National ya se había retirado a camarines. Cabe resaltar que los jugadores de Santiago City actuaron en forma calmada y requirieron a su paramédico para que revisase el pómulo al juez del encuentro y le entregase un gel en frío para evitar su inflamación.

El partido se dio finalmente por finalizado por falta de garantías a los 78’. La terna arbitral hacía abandono del campo de juego dos minutos más tarde, notándose en las imágenes el pómulo inflamado del juez central. Si fue un frentazo o un escupitajo, cualquiera de las dos formas es una agresión a una autoridad en el campo de juego. Esto podría acarrear un grave castigo al futbolista Ramírez, el cual podría oscilar, en un principio, en años sin jugar.

Javier Ramírez, delantero proveniente desde Quintero Unido, había marcado 1 gol en 7 partidos jugados, en donde había arrancado como titular solo en uno de ellos. En esta Liguilla de Ascenso había sido convocado en estas dos primeras fechas estando como suplente y entrando en el segundo tiempo.

Tal vez su reacción se debió a su alto grado de frustración debido a que en este torneo no había podido rendir de acuerdo a sus pergaminos como goleador en temporadas anteriores, a la impotencia de no poder superar con armas nobles futbolísticas a un cuadro como Santiago City claramente superior, y a esa sensación de injusticia que le provocó haber sido expulsado apenas segundos después de haber ingresado al campo de juego. Podemos ser tolerantes y hasta empáticos si consideramos estos atenuantes, sin embargo en todo deportista, en cualquiera de sus disciplinas, debe estar en cuenta un elemento que es vital para su desarrollo integral que es la responsabilidad que te otorga el autocontrol. Un deportista debe ser consciente de sus acciones, y que ellas no solo repercuten en el ámbito personal, sino también en lo grupal y en lo institucional, afectando a sus compañeros del plantel, a su cuerpo técnico, a sus dirigentes e incluso a su hinchada, que no pudo estar presente en el Estadio Atlético de Con Con por un castigo anterior y que muchos de ellos estuvieron presenciando el encuentro vía streaming.

Un deportista no debe dejarse llevar por la irracionalidad de la pasión sino por la sapiencia de la razón. Sabemos perfectamente que, dentro del campo de juego, los latidos están a mil por hora y que toda acción es gobernada por el apasionamiento, pero debe haber un momento, una instancia, en que este deportista, ante lo adverso o lo perjudicial, debe dar luz a la calma. Previo al Mundial de Alemania 2006, el mejor jugador del mundo, Lionel Messi, fue expulsado a los 55 segundos de haber ingresado al campo de juego en un amistoso de Argentina ante su similar de Hungría. En vez de reaccionar en forma irascible, Messi prefirió taparse el rostro con su camiseta y salir del campo de juego, reconociendo que había cometido un error.

En Argentina ocurrió un hecho aún más lamentable y anómalo. En una Liga amateur de Sarandí, provincia de Buenos Aires, el futbolista Williams Alexander Tapón, después de que el árbitro del encuentro, Ariel Paniagua, mostró tarjeta roja a un compañero de equipo, procedió a propinar un puñetazo al juez, y cuando éste se encontraba en el suelo, le propinó una feroz patada en la nuca que puso inconsciente al árbitro, siendo trasladado éste al hospital.

Tapón no pudo aguantar la enorme presión mediática que provocó la viralización de sus acciones (fue filmado vía celular), el acoso de los medios de comunicación que estuvieron día y noche bombardeándolo con preguntas sobre los acontecimientos acaecidos, las posibles repercusiones legales en cuanto a que iba a ser detenido y acusado por “homicidio agravado por alevosía en grado de tentativa en el contexto de un espectáculo deportivo”, y la posibilidad neta de caer a la cárcel, teniendo ya antecedentes previos por violencia en otros torneos amateur de fútbol, siendo expulsado en dos de ellos. Tapón admitió ante los medios que estuvo mal y que no se pudo controlar ante el actuar del réferi Paniagua, argumentando que la única explicación que tenía para justificar su reacción era su enojo porque “el juez estaba cobrando todo para ellos”.

Una vez que que Tapón se enteró que la Aprevide (Agencia para la Prevención de la Violencia en el Deporte en Argentina) le aplicó la no admisión de por vida para el acceso a cualquier estadio de fútbol, se dirigió hacia las vías del ferrocarril Roca, ubicado en la localidad de Gerli, cerca del barrio de Avellaneda en la propia Buenos Aires, para poner fin a su vida suicidándose con un disparo en la región parietal.

Un triste fin para alguien que perdió los estribos más de una vez. Ojalá que a nadie le suceda lo mismo en nuestro país por una mala decisión o un actuar cegado por la pasión desacerbada.

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