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FÚTBOL FEMENINO

Columna: El problema no era Quintiliani

Por: Rodrigo Molina.

La rama femenina de Palestino volvió a coronar un nuevo fracaso. Al igual que en el 2022, la otrora cuarta grande del Fútbol Femenino Chileno no pudo acceder a semifinales quedando al margen en la segunda fase del Torneo. Sin embargo, a diferencia de lo sucedido en la temporada pasada, en este campeonato las expectativas eran mayores, y este traspié equivale a un libro con muchos capítulos en su interior, un devenir de situaciones que encierran ciertas problemáticas que las árabes y su entorno fueron incapaces de resolver.

Al redactar esta columna, su propósito no es congraciarse con el Profesor Claudio Quintiliani Valverde, tampoco soy un “Quinti Lover”, estoy muy lejos de serlo. Con Quintiliani guardo marcadas y profundas diferencias de pensamiento y acción ante la vida, y una forma muy diferente de ver el fútbol. No comparto con él algunas ideas tales como percibir al fútbol como una “guerra”, y que cada partido sea una “batalla”, algo que escuché en los tiempos de Eugenio Jara y sus “Comandos” de Magallanes, por los años ‘80. El fútbol, para mí, siempre será un deporte y no una contienda, aunque la persona en cuestión lo haya expresado en forma metafórica. Tampoco comparto con él aquello de que “en el fútbol femenino no se fracasa”. Según mi forma de pensar, el fracaso es parte de la vida y uno no puede renegar de aquella realidad. Un profesor fracasa cuando sus alumnos no aprenden lo que él les enseña, un médico fracasa cuando no logra salvar una vida, un ingeniero fracasa cuando su edificio se derrumba, ¿porqué no va a existir el fracaso en el fútbol femenino?, ¿porqué contribuir a que sea un tema tabú? Esas son ideas que pueden adecuarse a la realidad de un fútbol formativo o lúdico, pero estamos hablando de la alta competencia, de la Primera División Femenina en Chile o de la misma Roja Femenina. Entonces, según esa premisa, José Letelier no fracasó al quedar en quinto lugar en la Copa América, perder el Repechaje contra Haití y no clasificar al Mundial de Australia/Nueva Zelanda. El futfem nacional se estancó porque perdimos el sentido de exigencia para nuestras jugadoras, y nos conformamos con lo que realizaron hace un lustro atrás, y aquella idea del “no fracaso” para mi es un sinónimo de conformismo que ha contribuido a que Chile, en materia de fútbol femenino, haya dejado de ser una potencia a nivel sudamericano.

Sin embargo, debo señalar igualmente que siento un profundo respeto hacia la trayectoria profesional de Claudio Quintiliani, no solo en el fútbol femenino, sino también en otras divisiones del fútbol nacional. El “loco”, como le dicen sus más cercanos, es un apasionado del fútbol, un hombre preparado, estudioso, con una gran formación técnica tanto en Chile como en el extranjero. Es también un obsesivo y un perfeccionista, y posee gran calidad en cuanto al manejo de grupos, traspasando su entusiasmo, sus ideas y su visión de lo que es el balompié a sus jugadores y jugadoras. Obtuvo un gran logro al conducir a Palestino a lograr su único título nacional al cororarse como campeonas del Torneo de Clausura Femenino 2015, derrotando al, hasta ese entonces, invencible Colo-Colo de Endler, Guerrero, Banini y otras estrellas. La principal virtud de Claudio es reconocida por muchas seguidoras, seguidores y no seguidores: “Con poco hace mucho”, es decir, con pocos recursos forma planteles extraordinarios, en lo futbolístico y en lo humano. A mi juicio, sería un excelente gerente técnico de selecciones femeninas nacionales o un adecuado Director Técnico de seleccionados femeninos sub 17 o sub 20. A pesar de sus galas, su nombre no es considerado en las altas esferas de la ANFP para conducir estos proyectos.

En todo caso, durante este año hemos podido apreciar a un Claudio Quintiliani muy distinto al hombre apasionado que conocimos desde hace unas décadas atrás, mostrándose más sosegado, calmo, templado, hasta conciliador, capaz de hasta sacarse una foto amistosa con las mismas personas que él, antes, criticaba tanto en público como en sus redes sociales. Esta templanza provocó una especie de implosión en la ideología futbolística y forma de actuar del Profe Claudio, como si le hubiesen puesto tarjeta amarilla en los primeros minutos de juego, futbolísticamente hablando. Esto se trasuntó en el juego desarrollado por Palestino Femenino en el campo de juego, el cual, a pesar de haber logrado la clasificación al Grupo A en la Fase Regular, nunca logró encantar, ni entusiasmar, ni mucho menos despegar. Si bien es cierto que hubo partidos muy buenos en lo táctico y lo futbolístico, como el triunfo 3-0 ante Deportes Iquique en La Cisterna o el 2-0 ante Cobresal en Puente Alto (no vamos a considerar las goleadas ante un Fernández Vial en formación o ante las débiles Deportes Puerto Montt y O’higgins), donde se pudo plasmar una mezcla entre equilibrio entre las líneas y gran dinámica, el resto de los partidos dejó mucho que desear. Por ejemplo, ante Universidad Católica se ganó 1-0 con un zapatazo de Valentina Montenegro con débil oposición de la portera cruzada Ignacia Bustos, en un partido de muy bajo nivel por parte de ambas contrincantes que, literalmente, no atacaron casi nunca durante los 90’. Palestino ganaba, pero algo sabía mal, no había conformidad con el juego que se mostraba, y aquello se demostró en las últimas cuatro fechas de la Primera Fase. Sería el inicio del acabose.

En aquellos cuatro partidos quedaría sentenciado el destino de Quintiliani en Palestino. Ante Colo-Colo (derrota 0-3 en el Monumental), las baisanas solo llegaron una vez al arco defendido por Ryann Torrero en todo el partido; ante Santiago Morning (derrota 0-1 en Pudahuel, en un muy mal partido), no tuvieron ninguna ocasión de gol; ante Coquimbo Unido (empate 1-1 en La Cisterna), gracias a un zurdazo de Nicole Gutiérrez se logró una igualdad por obra y gracia de Dios y María santísima cuando las Piratas desperdiciaron ocasiones claras, especialmente en los pies de la argentina Priscila Ellena que se perdió a lo menos dos goles.

De hecho, el mismo Quintiliani cometería errores tácticos, como en la derrota 1-2 ante Audax Italiano en La Cisterna, donde antes de los 60’ reemplaza a Ivette Olivares y a Claudia Herrera, perdiendo el dominio del mediocampo, donde la audina Isidora Muñoz, una de las jugadoras más talentosas de nuestro Fútbol Femenino, se hizo la América, y junto con la delantera Sol Morales destrozaron el esquema defensivo palestinista y dieron vuelta el marcador a favor de las dirigidas por Macarena Deichler.

1 punto de 12 posibles… Lo peor, el equipo no respondía, con un notorio descenso en el rendimiento y en el nivel de juego. El rostro de Quintiliani, más que reflejar en la transmisión televisiva impotencia o preocupación, reflejaba resignación. Aquella implosión semejante al que destrozó al submarino de juguete que navegaba hacia el Titanic hundido en el fondo del gélido Atlántico Norte, era el reflejo de un Palestino que, a pesar de estar clasificadas y pretender luchar por llegar a semifinales, no estaban jugando a nada.

El 27 de Junio, la dirigencia de Palestino decidía finalizar el vinculo contractual con Claudio Quintiliani, quien dejaba de ser el Director Técnico del primer equipo femenino después de 10 años en la rama. Sucedía algo habitual en la historia del fútbol cuando los resultados no se logran o cuando el juego no se plasma, se corta por el hilo más delgado, el despido del entrenador.

En esta posmodernidad, donde el fútbol se percibe como un negocio más que como un deporte, a quienes lo dirigen les importa un carajo el pasado o el futuro, los procesos o los proyectos. Simplemente les importa el presente y las ganancias que el balompié les retribuya, a pesar de que, los que no somos ciegos, el Fútbol Femenino en Chile es visto como un gasto. Entonces, una figura histórica dentro del futfem como Claudio Quintiliani es visto por ellos solo como un peón dentro del tablero de ajedrez, porque les importa un sorete la historia y los logros que esta persona pudo haber obtenido hace unos años atrás.

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El despido de Claudio Quintiliani supuso, claramente, el epílogo del romanticismo en el fútbol femenino, aquel que aún mantenía resabios de su pasado amateur, aquel donde existía una mancomunidad entre jugadoras, cuerpos técnicos, familiares y amistades, aquel en que se jugaba por el sandwich y la Coca-Cola. Quintiliani era uno de los protagonistas de una serie, cuyos episodios nos trasladaban al fútbol jugado en canchas barrosas, con camarines mal mantenidos y una serie de carencias en infraestructura e implementación, pero en donde la unión de equipo, el diálogo, los códigos de camarín y la voz de un Director Técnico expresando sus ideas con claridad y simpleza, contagiando de pasión y coraje a un grupo de jugadoras que iba con un objetivo más allá del triunfo, el darle una alegría a su corazón y una sonrisa de satisfacción a aquellos seres queridos que gastarían sus pocos dineros en ver jugar a sus hermanas o a sus hijas. De esto, los mandamases que regentan el fútbol chileno y a cada uno de sus clubes en la actualidad no tienen ni la más remota idea.

Rápidamente, Palestino encontraría un sustituto para Quintiliani. Rodrigo Figueroa, quien laboraba en las series inferiores femeninas, se haría cargo del primer equipo. Sin embargo, el remedio resultó ser peor que la enfermedad, y la campaña de las baisanas en el Grupo A finalizaría de manera desastrosa, y con un juego y rendimiento en cancha que fue de más a mucho menos.

Al principio, la mano de Figueroa se notaba en los entrenamientos, con jugadoras que se mostraban entusiastas y motivadas, revitalizadas en cuanto al objetivo de volver a situarse entre las cuatro mejores escuadras del campeonato. El nuevo DT apostaba por devolver la dinámica de juego perdida y por rejuvenecer el plantel dándole más minutos a jóvenes prospectos como Lauryn Morales, Sabrina Clavijo, Mariel Pastenes, Catalina Gajardo, Renata Lizana, Constansa Ojeda o Génesis Yáñez. Ante Santiago Morning, a pesar de lo discreto del encuentro que finalizó con un empate 0-0, se vio un Palestino más aplicado en defensa, con mayor ordenamiento en el mediocampo, pero sin profundidad en ofensiva. En la fecha siguiente, ante Deportes Antofagasta, se obtuvo la que sería la única victoria en esta fase por un expresivo 4-1, con gran actuación tanto de Olivares como de Herrera (esta última comenzaría su periplo de convocatorias a la Roja Femenina), un marcador que pudo ser aún más holgado si hubiesen aprovechado de mejor manera las falencias de la última línea de las Pumas, y ante Universidad de Chile, en la tercera fecha jugada a mitad de semana, se logró un nuevo empate sin goles, con gran aplicación defensiva, eficiencia en las marcas tanto zonales como personales y restándole espacios a las azules que nunca pudieron armar su juego ni crear ocasiones de gol. Se totalizaban 5 puntos en 3 partidos, y las expectativas de clasificación iban en aumento.

Sin embargo, se abriría el socavón en el rendimiento de las baisanas que caerían por el precipicio del cual nunca más pudieron salir, un precipicio que tendría una marca y un símbolo:

0-4… 0-4… 0-4…

Tres derrotas, el mismo marcador en contra. Derrotadas por la patrulla juvenil de Universidad Católica en San Carlos de Apoquindo, derrotadas por un Colo-Colo que casi ni se despeinó en La Cisterna, y, cuando se tenía que ganar por el resultado que fuera como única opción, la presión, los nervios y la desesperación las superaron y fueron derrotadas por las Piratas de Coquimbo Unido en Las Rosas, muy superiores en todos los sentidos futbolísticos. Palestino, por segundo año consecutivo, no alcanzaba las semifinales del Torneo de Primera División Femenina.

¿Qué sucedió?, ¿en qué se falló?, ¿cuáles fueron los errores que se cometieron?

O mejor dicho, ¿porqué fracasó nuevamente Palestino?

1-. Mala Preparación Física: Las baisanas mostraron un déficit en cuanto a lo físico muy notorio. Se caracterizaron por ser un equipo que aguantaba hasta los 60 minutos, y a los 75’ ya estaban reventadas, perdiendo fuelle, velocidad y resistencia. Un ejemplo de esto fue su partido en Tocopilla ante Deportes Antofagasta, por la segunda fecha de la fase regular; Palestino ganaba cómodamente 3-1 y se vislumbraba una goleada ante las Pumas. Sin embargo, ya cuando se cumplía el segundo tercio del encuentro, las árabes ya no tenían piernas, lo cual fue aprovechado por las antofagastinas quienes dieron vuelta el marcador y ganaron el partido por 4-3. la percepción es que no se trabajó de manera óptima aspectos tales como resistencia y dosificación de energías, lo cual les hubiese permitido a las dirigidas por Figueroa disputar los 90’ con un estado físico adecuado. Si se despidió a Quintiliani, mínimo debió haberse evaluado el desempeño del PF Ignacio Muñoz.

2-. Una Defensa Permeable: A diferencia de la temporada 2022, la defensa de Palestino no pudo brindar la seguridad necesaria para poder sostener una campaña que la hubiese llevado a clasificar a las semifinales del Torneo 2023. Las árabes utilizaron diversos sistemas tácticos en la última línea, defensa con marca personal, defensa en zona, con 3, 4 e incluso con 5 defensoras, pero no lograron mostrar solidez, notándose una última línea lenta, sin ritmo y sin chispa, sucumbiendo ante la velocidad de las atacantes rivales. El 0-4 ante Universidad Católica es un ejemplo, donde delanteras veloces como Agustina Heyermann o Yamila Pérez Cordero le sacaban un segundo de ventaja a las defensoras palestinistas, lo cual resultó ser decisivo en el resultado en contra. Ese segundo de demora también se plasmó en un déficit manifiesto al ser superadas en los balones detenidos y en el juego aéreo. Fue tan notorio este aspecto que la portera Valeria Rojas fue gran figura en algunos partidos, y en otros tuvo que actuar sola porque sus compañeras en defensa dejaban muchos flancos, o eran manifiestas sus desaplicaciones y problemas de timing, como sucedió ante Coquimbo en el último encuentro del Grupo A.

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3-. Las Incorporaciones no Respondieron: A principios de año, Palestino se reforzó con ocho jugadoras. Tres de ellas retornaban al club, Nicole Gutiérrez desde Colo-Colo, Verónica Riquelme desde la U, y Nicole Cornejo, que volvía al fútbol después de su período de maternidad. Las restantes cinco eran Johanna Villagra, lateral proveniente de Deportes Melipilla, Tamara Mansilla, volante proveniente de Colo-Colo, Rachel Padrón, volante ex Universidad de Concepción, y las ex Universidad Católica Valentina Núñez y Valentina Montenegro. Luly solo jugó la mitad del Torneo y que se fue de Palestino días después de la salida del Profe Claudio (en solidaridad con él), fue la goleadora del equipo con 9 anotaciones, Gutiérrez fue titular en 17 de los 19 partidos que jugó, pero el resto de las refuerzos lisa y llanamente no respondió. Villagra casi no jugó; el retorno de Cornejo se tradujo en una defensa con un cambio menos de velocidad, con menor capacidad de salto y dificultades en el cruce y la marca personal, con un nivel lejano al que le conocimos en el 2020 y en el 2021 y que, incluso, la llevaron a ser considerada en la Roja Femenina; Mansilla comenzó como titular, pero su nivel fue tan discreto que era reemplazada en el entretiempo, Núñez fue suplente habitual, y cuando le tocó entrar no marcó diferencias; Montenegro tuvo buenos partidos, pero tendía a desaparecer en otros, lo cual conllevó a que perdiera la titularidad al caer en esas lagunas de rendimiento, desaprovechando aspectos que podrían haberlo fortalecido, como su estatura, juego aéreo y fuerte remate. El caso más sonado es el de Padrón, que llegaba con el cartel de ídola en la U.de Concepción, pero que en Palestino no pudo hacer relucir su currículum, deambulando por todos los puestos del mediocampo y llegando, incluso, a jugar como lateral, sin lograr afianzarse. A mi juicio, junto con Luly, la que mejor respondió fue Gutiérrez, titular casi inamovible, salvo por algunas lesiones, marcando goles importantes y con una regularidad que no vimos en el resto de sus compañeras de defensa.

4-. Un Ataque Ausente: En los seis partidos que jugó Palestino en el Grupo A, solo pudo marcar goles en uno. Tanto la salida de Luly de la institución (se fue a Unión Española) como la grave lesión de Maitte Tapia (se destrozó la rodilla y estaría un año sin jugar) repercutieron en demasía en el andamiaje ofensivo palestinista, que cayó inmerso en una sequía goleadora abismal. El DT Figueroa intentó renovar esta línea incorporando a Pastenes como titular y dándole más minutos a Lizana, pero no pudo solucionar este problema. Sabemos que Nathalie Quezada no posee el biotipo que le permita resistir 90 minutos de juego, y que Montenegro tuvo un rendimiento intermitente. A tal punto llegó esto que ante Colo-Colo jugó Nardy Guzmán, que no era considerada en este Torneo ni en el anterior del 2022. Entonces, el armado ofensivo y su ejecución cayeron en los pies de las conductoras Ivette Olivares y Claudia Herrera, quienes fueron las figuras más destacadas de este magro campeonato para Palestino. Sin embargo, cuando a Herrera se le marcaba en forma personal o se le presionaba, tendía a desaparecer, lo cual repercutía negativamente al romperse la transición entre mediocampo y ofensiva, mientras que Olivares, salvo su partido ante Antofagasta, tuvo una segunda fase para el olvido. No puedes ser expulsada en dos ocasiones en una liguilla por el título, eso es dar demasiada ventaja al rival, sobre todo conociendo las grandes virtudes técnicas y futbolísticas de Ivette. La patada que le tiró a Valery Otárola, en el duelo decisivo ante Coquimbo, es un asunto que cae en una lesa irresponsabilidad.

5-. Inexperiencia en la Banca Técnica: Rodrigo Figueroa es un técnico joven y entusiasta, y su objetivo era otorgarle otro cariz al juego de Palestino Femenino, más dinámico, equilibrado en sus líneas e intentando jugarle de igual a igual a los equipos llamados “grandes”, con el fin de clasificar a semifinales. Hasta el tercer partido todo marchaba bien, pero en los partidos decisivos ante Universidad Católica y ante Coquimbo Unido, su inexperiencia lo llevó a tomar decisiones erradas. Ante la UC propuso defender en zona y cometió, a mi juicio, el error de sacar a Catalina Alarcón de la titularidad (una lateral con experiencia) y situar en su lugar a Lauryn Morales, una chica de 15 años con grandes dotes futbolísticas, pero que en ese partido fue un pasadizo por el lado izquierdo del ataque cruzado, donde Heyermann, Camila Guzmán y Millaray Cortés desparramaron toda su artillería ofensiva. Tampoco se entendió que, ante Coquimbo, donde se tenía que obtener la victoria por el resultado que fuese, haya comenzado con una dupla de ataque sin peso, con Núñez y Pastenes en ofensiva, las cuales cayeron fácilmente en las trampas defensivas de sus rivales. De hecho, junto con los dos tiros libres desviados de Herrera, las dos únicas oportunidades de gol en 90’ las tuvieron Montenegro y Quezada, ambas ingresadas en el segundo lapso. Entonces, no se comprende como no iniciaron como titulares Valentina y Nathalie. Desgraciadamente, Figueroa no tuvo la suficiente expertriz como para manejar la situación que involucraba una definición, y ante las Cruzadas y las Piratas debió haber planificado de otra manera ambos partidos, como finales y no como partidos por los puntos.

Todo fracaso en un proceso debe dejar un aprendizaje. En el fútbol moderno, lamentablemente, importan un carajo aspectos como la valentía, el coraje, la resiliencia o el espíritu de superación. Lo que importa es el presente, más concretamente, los resultados obtenidos cada fin de semana, porque el fútbol es mirado en la actualidad como un negocio más que como un deporte, por lo que se necesita “vender el producto”. En la rama femenina palestinista debe cundir la inquietud acerca de la postura que pueda tomar la regencia del cuadro árabe, ya que son dos años consecutivos en que no se han cumplido los objetivos trazados, y le han cedido su lugar de cuarto grande a dos instituciones que tienen menos recursos, como Fernández Vial en el 2022 y ahora Coquimbo Unido en este 2023, equipos que trazaron objetivos muy diferentes a principios de temporada. ¿Disminuirán los recursos?, ¿habrá otro enfoque, otra disposición con la rama femenina? Lo que sucedió este año con el Vial Femenino es un fantasma que aún ronda en nuestras cabezas, y perfectamente puede suceder lo mismo en La Cisterna.

Enfocar este fracaso responsabilizando a una sola persona es un aspecto que raya lo irresponsable, valga la redundancia. Claudio Quintiliani tendrá que ser autocrítico y reconocer que no tuvo un feliz 2023, ni en Palestino ni tampoco en Tercera B con Ferroviarios, sus jugadoras no comprendieron ni internalizaron su idea de “mis guerreras, mis comandos”, y que no resultó bajarle los decibeles a su pasión por el fútbol queriendo estar bien con todas y con todos (ni en el fútbol ni en la vida puedes estar bien con Dios y con el Diablo al mismo tiempo), pero en este derrotero hay más actores y actrices que entregaron su granito de arena a esta debacle. El problema no se solucionaba con despedir a un Director Técnico, el problema tuvo sus causas y mostró características que englobaban a todo un conjunto, cuya obra rayó en lo discreto y que tuvo, en sus últimas tres escenas, atisbos de vergüenza. No fue el fracaso de una sola persona, fue el fracaso de un grupo de trabajo. Fue el completo fracaso de un equipo de fútbol femenino.

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