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ENTREVISTAS

Álvaro Campos, Gol Triste: “En un contexto ideal, deberían ser los hinchas quienes tomen distintas vanguardias que empujen a sus dirigencias a hacerse cargo de los caminos de la memoria”

Por Ignacio Osorio

En el marco de los 50 años del Golpe de Estado de 1973, las revisiones, análisis y por qué no decirlo, de la confrontación que pareciera no ceder espacio, entender y pasar revista de cómo el fútbol, dada su naturaleza del deporte más popular de Chile y el mundo, se desarrolla, convive y genera lazos con el hacer memoria y con su rol sociopolítico.

Para esta entrevista, Álvaro Campos, editor de Gol Triste Ediciones, editorial que durante años se ha encargado de llevar el fútbol más allá de las fronteras de la cancha, haciendo memoria, posicionando y enalteciendo con diferentes obras de divulgación histórico-futbolísticas el rol del fútbol en el quehacer social, da a En El Camarín su parecer sobre el ejercicio memorístico, social y político del deporte rey.

A menudo se habla de que el fútbol, como el deporte más popular y masivo del mundo cumple un rol social y cultural importante, ¿Cómo crees que se cumple eso en Chile? ¿Qué tanto ha cambiado?

Tal como lo plantea la pregunta, el fútbol es el deporte más popular del mundo, y el deporte es una de las actividades más populares de la sociedad, entonces su rol social y cultural no es algo a lo cual aspirar, sino algo que ya viene dado.

Ahora, la siguiente reflexión sería qué estamos poniendo ahí, qué contenido damos y recibimos.

Por otra parte, me parece justo exigirle al fútbol misiones, como que tuviera que guiarnos. Me recuerda a esos apoderados que se enojaban porque Britney Spears mostraba el ombligo (“alguien quiere pensar en los niños?”). Los artistas tienen que hacer arte y pueden -pero no necesariamente deben- capturar y simbolizar cosas más amplias a través de ese arte. En el caso del fútbol, no creo que sea la locomotora, sino el tren completo. Plasma lo que somos, sin la obligación de que seamos distintos ni mejores. Siguiendo esa línea, claro que ha cambiado, porque las sociedades van cambiando constantemente. No soy fatalista ni creo que todo tiempo pasado haya sido mejor. Ojo, que me refiero al deporte, no a las sociedades anónimas deportivas, que me parecen una estafa, un crimen de cuello y corbata y un abuso constante, aunque no hubieran logrado su cometido con tanta facilidad si hubieran encontrado una cultura deportiva robusta.

En relación al rol de Colo-Colo como agente social y de memoria, ¿cómo crees que el club ha transitado estos últimos años?

Es muy notorio, en contraposición a una visión más miope y torpe de la sociedad anónima que administra el fútbol profesional, que en el Club sí existe tanto en dirigentes como en la masa societaria una comprensión mucho más cabal de qué es el deporte y qué implica. En ese sentido, se vienen haciendo diversos gestos en lo cultural y hasta en lo político que a mí me parecen excelentes: actos de memoria, desagravio y enseñanza. He tenido la suerte de participar en algunas de esas instancias, como llevar a los muchachos de Casa Alba al Museo de la Memoria, o generar contenido y hacer conversatorios con el Memorial del Estadio Nacional, o la entrega de carnet y diploma de socio honorario póstumo para dos socios que fueron asesinados por la Dictadura, Tucapel Jiménez y Manuel Guerrero. Acercamientos hacia el pueblo mapuche, con la celebración del we tripantu en el Monumental o la incorporación de su bandera a la chilena y la colocolina en los actos oficiales. Y ni hablar del avance de la perspectiva de género dentro del Club, cuya dirigencia se elige con paridad y cuya Comisión de Género es un paso de gran importancia en el presente y el futuro. Son cosas que pueden parecer pequeñas, pero me enorgullecen como colocolino y me hacen tener esperanza de lo que se está construyendo.

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¿Cuán importante es, por ejemplo, mantener la memoria a nivel deportivo-institucional?

Fundamental. Hoy que los jugadores y técnicos -y en el caso de las sociedades anónimas, hasta los dirigentes- pasan tan rápido de un equipo a otro, de país en país, a la hinchada le queda claro que todo nombre propio es pasajero y que aquello que constituye un Club radica más en la memoria compartida de esos presentes pasajeros acumulados en un pasado común. Ningún hincha de ningún equipo mira en menos su historia, las glorias pasadas, y creo que en Chile y Latinoamérica esa es una lección que el fútbol le puede enseñar al resto de la sociedad, que pareciera tener tan mala memoria sobre lo vivido. Esto está muy bien encapsulado en el mensaje que Bielsa dio en una población en Chile: que cuiden su barrio y que los ancianos les cuenten la historia del lugar. Creo que por ahí va la cosa.

¿Crees que el fútbol chileno – y en específico Colo-Colo- están al debe en este sentido, considerando aspectos tanto políticos como sociales identitarios de los propios clubes?

No creo que los clubes deban a ir a la vanguardia. En un contexto ideal, deberían ser los hinchas quienes tomen distintas vanguardias que empujen a sus dirigencias a hacerse cargo de los caminos que van abriendo. De lo contrario, sin esa participación esencial, solo estamos sentados en el sillón opinando lo que nuestros clubes deberían hacer, sin darnos cuenta de que ese club somos nosotros mismos, día a día.

¿Qué iniciativas, a tu juicio, hacen falta para poder ir desarrollando memoria, intervención y desarrollo social y cultural desde el fútbol hacia otros entes sociales?

Me cuesta pensar en algo concreto, pero sí puedo decir que la clave está en la conversación. Sentarnos en torno al fuego a contarnos nuestras historias. Por eso fue tan exitoso el Cabildo Constituyente que el Club hizo en el Monumental, al que llegaron dos mil personas. Nadie pensó que estaríamos escribiendo la Constitución ese sábado en la mañana. Ni siquiera una frase suelta iba a llegar a quedar plasmada en un documento oficial: pero sí había un afán de comunicarnos, de contar y escuchar. Es muy importante el hecho de que Colo-Colo sea querido de manera tan trasversal, porque nos equipara con gente muy distinta desde un rincón emocional muy íntimo. Cuando empiezas a ver a alguien que puede pensar distinto como uno de tus pares, y no como la caricatura que las redes sociales nos pintan, entonces puedes plantearte frente a sus opiniones desde una postura más empática, menos prejuiciosa. Si nos juntáramos en diversas instancias a socializar conocimientos o tratar distintos puntos de vista, creo que los clubes de fútbol podrían ser lugares valiosos para la conversación del país. Desde una astrónoma a un experto en cáncer a la piel podrían ir a dar charlas, y generar instancias de diálogo cuyos frutos a largo plazo partan por fortalecer nuestros vínculos.

¿Por qué, según tú, se dice que Colo-Colo 73 fue un equipo de “unión”?

Es un tema muy interesante y debatible. Me ha tocado estar en conversaciones con gente que niega o minimiza el efecto de hermandad, por así llamarlo, de esa campaña. No es como que la gente de izquierda y derecha se anduviera abrazando y dejaran de desearse la muerte. Entiendo ese punto, pero creo que la respuesta es más sencilla y más humilde: cuando todos queremos que suceda algo, y todos nos alegramos de que suceda, cuando todos estamos contentos, por ejemplo, creo que se da una especie de armonía espiritual, por así llamarla. Que se cumpla nuestro deseo nos aúna en el deseo y en su consecución. No podemos ser ingenuos y convencernos de que esa unión es algo más duradero, o más amplio, o más sólido que ese breve momento de algarabía casi infantil. Pero tampoco podemos desdeñar ese fenómeno, que en sus pequeñas dimensiones sigue siendo asombroso.

¿Debería Colo-Colo, desde el club social preferentemente, ser más activo en la generación de memoria, lazos culturales o incluso en el desarrollo educacional de su entorno (hinchas-socios)?

No lo sé. No creo. Tal como dije antes: el tren y la locomotora. No le corresponde al Club, por ejemplo, hacerse cargo de la ola de cesantía traída por los avances tecnológicos que a gran escala reconfiguran nuestra relación con la mano de obra. Ese tema le queda grande. Pero si alguien por ahí, algún socio o socia, tienen una idea, un proyecto, hablan con gente, se consiguen ciertos insumos y se ponen las pilas para organizar un taller de educación para nuevos oficios, sería la raja. Entonces. ¿me gustaría? Me encantaría. ¿Es misión del Club? No en la medida que la masa societaria no demuestre interés por ciertos temas. Tal vez en Chile nos hemos malacostumbrado a una comprensión muy jerárquica de la política y los procesos, con caudillos que lideran y un pueblo que recibe. Mi ideal de Club es una masa ferviente y entusiasta que haga cosas dentro y fuera de las instancias oficiales, creando una sociedad activa y movida.

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